4ª de La ciudad bajo la cámara
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La filmación ha terminado. Y ahora el equipo tiene grandes expectativas sobre el producto final. Aunque los camarógrafos respiraron aliviados, como si los hubiese librado de una tortura.
¿Servirá como una mirada descarnada de la ciudad? Con todo lo filmado, regreso a casa, a ser parte de ese extremo desconectado, para terminar el trabajo.
En la mesa de edición, trataría de salvarme.
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Pese a que reviso las múltiples tomas, los recorridos de la cámara parecen azarosos; los planos, artificiales. ¿Cómo insertar en una trama coherente una ferretería, una casa de cambio, un puesto de periódicos, una panadería? ¿Cómo nombrar con fotogramas a una ciudad que no ha sido bautizada?
No encuentro forma de darle sentido a lo filmado en estas semanas. Todo me parece estrábico. No hay una visión uniforme de nada.
Mundo anulado.
Adivinar el simulacro, adivinarme en el simulacro.
Creamos personajes para adorarlos. Supongo que eso es lo que hago con este documental.
Y, tal vez, deba integrar las tomas que tengo de Vera. Tal vez, encuentro en ello alguna unidad.
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Envuelto en mi propia crisis, prohibí que se invadiera mi sala de edición. El aviso fue tomado con asombro por el equipo, y también con algo de reticencia. No obstante, Vera ingresó a la mañana siguiente. No pidió permiso. No pidió disculpas. Llevaba unos amplios lentes de sol.
La conversación no progresaba sobre ningún tópico en particular. Era superficial y ni siquiera aterrizaba en las labores pendientes de la producción. Tal vez, quise herirla.
—Tengo nostalgia de la Vera de antes, la que no usaba maquillaje.
No. Esas calles anónimas que desfilaban, sin editar, frente a nosotros no podrían acogernos. Al contrario, es posible que, en aquellos interminables días de filmación, hayamos perdido nuestros nombres. ¿Podremos recuperarlos?
—Tú has cambiado también, ¿no te das cuenta?
En el reflejo de sus lentes, me pude ver. Parecía cambiado, y no solo por la barba crecida y desarreglada, o el pelo desaliñado. Era algo más.
—Te falta el Puente de María. No lo has filmado.
Lo dijo como con desprecio. No supe qué responder. Antes de que pronunciara mi tímido adiós, Vera partió. Sentí que siempre nos despedíamos con palabras viejas, desgastadas.