5ª de La ciudad bajo la cámara
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Ciudad neutral, filmar tu espalda, ciudad víctima y victimaria, sus campos de fuerza, su gravedad inhóspita, leer sus márgenes, sus momentos nulos, sus puentes a ninguna parte. Filmar sus caparazones en el momento en que es real.
Uno se demora mucho tiempo en ver. Eso comentaba un reconocido fotógrafo en una carta a su sobrino que quería seguir esa misma carrera, pero, poco a poco, se te va entregando el secreto y vas percibiendo la profundidad de cada cosa.
Abrir los ojos a la ciudad incontenible.
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Fui solo al Puente de María. A capturar las irregulares piedras de su peñasco, que arrancan cada una un poco de vida a los que se abalanzan hacia un pasado irrecuperable o hacia un futuro imposible.
¿Podría alguien lanzarse por el despeñadero y seguir filmando? ¿Podría yo? La toma adquiriría una velocidad incierta; la arena, las olas, las piedras aparecerían y desaparecerían, y ello podría tanto desconcertar como conmover en ese vértigo del final.
El mar debajo del puente y sus arcadas: las olas rebotan con gran violencia contra el peñasco. Tal vez ese encuentro de dos fuerzas resulte hipnótico para el que duda sobre dar un paso adelante. Para los pies, aquellas ansiedades que dudan sobre irse. El mar, un ser inmenso siempre a punto de vomitar.
Ha vomitado en la playa, en los últimos años, a un número inusual de suicidas. Ha sido incapaz de digerirlos, de acogerlos en el misterio de su profundidad.
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La ciudad en espiral. Verdades perdidas en sus pasadizos. Giré en su órbita por días, recorriendo sus calles, muchas veces con el recelo de cruzarme con Vera. Pensé en las tomas que había descartado para lo que sería el corte final del documental. También pensé en cómo esas tomas se podrían colar en la cinta como Vera en mi vida. De volver, ella sería desconcertante de nuevo. Con una apariencia distinta, incluso. Igual, ¿hay posibilidad de que reaparezca?
Como documentalista, sabía que era necesario capturar la fascinación tormentosa del abismo. Y, aunque implique arriesgarme, retratarlo en su seductora amenaza.
“Explorar el abismo es caer en el abismo”, dijo Vera en alguna otra conversación perdida en nuestra historia.
En efecto, yo había cambiado. En una esquina de ese puente desasosegado, me alisto para afrontar ese lugar donde la ciudad está más desnuda.
Doy un paso adelante. Resbalo por primera vez.
Un lento abandonarse de la realidad.
No dejo de filmar.
Has llegado a la última parada de
La ciudad bajo la cámara, de Humberto Calderón.
Gracias por viajar con Caravana.
¡Nos vemos en la ruta!
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