de El año que jamas acabó

Chupito de lejía

Por Inés Alcolea Llopis

Caravana

«Supposing we heat the body with a tremendous ultraviolet or very powerful light, and supposing you brought the light inside the body, you can do it through the skin or in some other ways. And then I see the disinfectant which knocks the virus in a minute. Is there a way we can do something like that».

Donald Trump

Día -53

Ayer salimos a pasear.

Te di la mano bajando las escaleras

tratando de recordar la última vez

que habíamos salido juntos

en lo que era normalidad.

En la calle,

los ojos curioseaban por encima del cubrebocas.

¿Hacia dónde transcurre el miedo?

Yo quería ir al parque, pero

en algún momento se volvió peligroso.

Así que callejeamos

cruzando miradas,

descubriendo balcones.

¿Cuántas historias

habitan en un kilómetro a la redonda?

Te agarré las manos

de todas las formas

y te besé con el mismo miedo

de un delito.

¿Qué es lo correcto

ahora que todo son primeras veces?

Pero caminamos

en círculos

para que la Libertad pareciese más amplia.

Y oíamos conversaciones sobre los mismos temas.

Si todos gritásemos una pregunta

sería la misma.

Pero caminamos

disfrutando del cansancio de los músculos.

Un premio

que nunca antes supimos ver,

como tampoco podíamos hacerlo

con el horizonte de una ciudad,

puntos limítrofes de cristal y cemento.

Día -5

“Que los aplausos

sean política

es un asco”.

Digo consciente

al mismo tiempo que pienso

que todo, absolutamente,

es política.

Todo significa algo más

en el vocabulario del que miente para conseguir.

La vida sucede en internet,

los gritos,

la ira,

las decisiones.

Ahora aplaudir es apoyarme

e ir en tu contra

ser de un color opuesto.

Y se perpetúa en una realidad

escenarios de cinco minutos,

manos inconscientes y cansadas

chocándose las palmas

a ralentí.

Se preguntan

por qué aplauden ahora,

por qué aplaudes tú.

Y, al final,

un fundido en silencio,

como el truco final después de una actuación

donde salta un paracaidista sin red.

Cogidos de la mano

Soy consciente

de que he tenido miedo a agarrarte,

a mirarte por la calle,

a lanzarte un “te quiero”.

Te lancé besos

porque no se veían bajo la mascarilla

mientras pedía

que, por favor, no nos descubrieran.

Si esto no puede hacernos entender

el terror de las parejas prohibidas

no sé qué puede hacerlo.

Una lesbiana ha vuelto

con la boca partida a casa,

pero seguirá besando.

Un transexual

en el hospital

por solo sentir como siente.

Y yo

te dejo tres metros de distancia

para que nadie descubra

que vamos a comprar los ingredientes

para la misma cena.

Una familia desconfinada

Diez lecheras de la policía

han pasado bajo mi ventana

para sacar a la fuerza

a un bebé indefenso

de la teta de su madre.

En la tele alguien dice

que debemos confinarnos,

pero esa madre no tiene paredes,

no tiene techo.

La cola que hacen

por un cartón de ayuda

se hace bajo casas

donde el eco solo lo generan las moscas.

Caravana

SIGUIENTE PARADA

Otras formas de vivir

← IR A LA PARADA ANTERIOR