de El año que jamas acabó

Aprovecha ahora que no puedes salir a la calle y haz

Por Inés Alcolea Llopis

Caravana

«Yo me he apuntado a clases de pintura. Te paso el enlace y lo hacemos juntas si quieres. También voy a aprovechar para terminar el curso de programación que tengo a medias. ¡Ah! y he comprado levadura para hacer pan, ¡la última que quedaba del supermercado! La gente está como loca; menos mal que ahora son cosas más prácticas, no como el papel higiénico. ¿Tú qué vas a hacer? No me digas. Aprovecha, nena, ahora que no podemos salir a la calle».

Una de mis mejores amigas en un ataque de ansiedad colectiva y compulsiva

Día -42

Mi casa es cárcel

de nueve a seis.

Abro correos,

resuelvo problemas de vital importancia.

Cómo conseguir sacar partido a esta crisis;

e-commerce para exprimir confinados

que sigan llenando

los pequeños huecos

de aire en sus salones.

Que aprendan a vivir asfixiados.

En las fábricas

las manos trabajan firmes

con el miedo de traer a casa

algo más que un sueldo.

Nadie habla

solo hacen.

Yo

pospongo reuniones conmigo misma

por urgencias de mi jefe.

Mi casa también es jaula

de seis a nueve,

rebotan miedos sin formas concretas,

me ahogo de mentira

y la piel se me araña sin razón aparente.

Mis preocupaciones

siguen esperando un momento.

Vuelvo enseguida, no os vayáis.

Mis paredes son buitres

relamiéndose las gargantas.

Esperan que cierre los ojos,

quieren decirle al resto

que ya estaba muerta cuando llegaron.

En sueños todos me advierten

haberme quedado dormida.

Y vuelven a llegar las nueve.

Y vuelven a llegar las seis.

Día -43

Yo te dije que quería viajar

allá por el principio del otoño

mientras sacábamos mi vida de cajas

para ser la nuestra.

Podíamos estrenar el coche,

enseñarte Granada

o elegir destino con los ojos cerrados.

Que no importaba.

Vi a mis padres a mi edad en nuestros planes.

Vi una pequeña yo que no podemos permitirnos pensar.

Vi un primer viaje al que acompañó un segundo.

Una intención de un tercero.

Y hoy

nos preguntamos si podré

disfrutar de tener miedo de que me trague el cielo

al bañarme en el mar de noche,

despertarme con sal

en la cama,

oler a sardinas a mediodía.

O, siquiera,

bajar las escaleras

de este piso.

Día -45

Quiero llorar

no por sentirme triste.

Solo quiero

que mi lagrimal sucumba

a la función vital

para la que fue creado.

Si este poema fuese visual,

una mano apretaría una mochila escolar

en la que no se cerró bien la botella de agua

y una niña se mojaría de terror.

Mis cavidades se deshinchan.

Ya puedo volver a enyesar las grietas de las paredes.

Día -46

Hay golondrinas,

al menos su canto,

o algo que se parece a él.

He despertado en mi pueblo en medio de Madrid.

Hay sol como para respirar el mar.

Y las algas me molestan desde el balcón.

Hay conversaciones a través de paredes,

agua que salpican niños,

risas en casitas de muñecas

siendo historias.

Hoy me ducharé,

lavaré el pelo,

secaré sin peinar.

Como si me hubiese sumergido para ver si toco el fondo con el pie

sin miedo a no salir.

Día -47

La definición de un día

es inmutable.

Porción de tiempo fragmentada en horas

que te hacen más

vieja,

arrugada,

tarde.

A veces se aprovechan.

Más experta.

Otras no.

Más sin más.

¿Seguirá “día” teniendo

la misma definición

cuando salgamos?

Día -49

Me dejo dormir.

Me dejo danzar al aire.

Me dejo de peinar y depilar.

Me dejo de acorazar.

Me dejo soñar sin sueño.

Me dejo de pelear conmigo.

Me dejo de sentir culpable.

Me dejo llorar.

Y sonreír por partes desiguales.

Me dejo abrazar.

Me dejo estar.

Hablar dejo me.

Me dejo

aprender a

dejarme.

Día -51

¿Cómo será la calle ahora?

¿Habrá que

reaprender que vestirse

no está completo sin sujetador?

¿A taparse las canas,

a usar tacones,

a que te miren

como una parte más

del mobiliario urbano?

¿Cómo será volver a mentir?

Ojalá los cubrebocas

se traguen con todas las palabras

innecesarias.

Quiero vivir descalza,

que la edad no sea símbolo de fealdad,

no sea símbolo de nada,

que los cuerpos se permitan ser distintos.

La perfección nunca ha existido:

sin embargo, la buscamos.

No quiero volver a caminar mirando al suelo,

esperar tras silencios

a que me abran la puerta,

no poder evitar pasar delante.

¿Cómo será volver a pisar

sin despertar llagas,

sin juicios de género?

Esta calma de puertas adentro

que salga tras las puertas,

que mi intimidad de igualdad

sea la intimidad del mundo

y no quiero desacostumbrarme a ser insumisa.

Que esta peste

se lleve por delante,

más de lo que se está llevando

deje sin aliento

a gargantas que traían más hedor.

¿Cómo será no sentir las miradas

que valiente no acompañe

a andar sola,

que a la coraza se le sume la o y la ene,

asumir que belleza

es tan invento como género,

vivir sin luchar,

oír mi voz sin levantarla?

¿Cómo hago desde esta casa?

Día -52

A las 6 a.m. Margarita García Robayo se ha despertado conmigo.

Ha preparado un té con miel,

me lo ha puesto en la boca del útero

y la he seguido leyendo.

No hay prisas

en que el dolor se calme.

Cuando llegue la hora,

responderé correos con el dolor de mis piernas

en la misma postura fetal

que me vio nacer.

Luego volveré a leer

a todas las mujeres que también dolieron.

La anatomía, la gente

dijeron que su grito no era universal.

Caravana

SIGUIENTE PARADA

Chupito de lejía

← IR A LA PARADA ANTERIOR