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Hoy día no fui al colegio. Le dije al papá que me dolía la guata, pero era mentira. Yo creo que él se dio cuenta, pero no me dijo nada. Él también ha faltado varios días al trabajo. Se queda en su pieza con la puerta cerrada y ni siquiera prende la tele para ver los partidos. Así que na' que ver que me obligue a ir a mí.

Ayer me empezaron a preguntar por ti y no supe qué responder. Por eso no quise ir hoy. Más encima, la vieja de Matemáticas me retó por no tener la tarea hecha y me quería poner una anotación negativa. Yo no le dije nada, si igual me dan lo mismo las anotaciones. Tú misma me dijiste una vez que daban igual mientras me sacara buenas notas. Y yo quiero ser como tú, desordenado, pero mateo. Igual no sé si me resulte mucho si es que no llevo las tareas, pero es que ahora me da lata hacerlas. Aparte hay cuestiones que no entiendo y el papá no me ayuda. Bueno, la cosa es que ayer la vieja de Matemáticas me quería poner la anotación, pero en mi hoja del libro de clases ya no quedaba espacio. Entonces, dijo que iba a hablar con el profe jefe para que llamaran a mi apoderado, así que parece que en el recreo le fue a decir, porque, después, en la hora de consejo de curso, me pidió la libreta para mandarte una comunicación. Decía: “Señor apoderado, junto con saludarle le solicito concurrir mañana a las 16 hrs. para conversar sobre la conducta de Martín”. Yo le dije que no creía que pudieras ir y me preguntó por qué. Pensé decirle que andabas en la China comprándome wantanes o que te habías ganado el loto y tenías que ir a cobrarlo, pero al final no dije nada.

 

Parece que el papá está mejor de ánimo. Hoy me fue a buscar al colegio y me hizo leche con plátano y pan con palta para la once. La palta no le quedó tan rica como a ti, porque la molió mucho y, además, le echó limón, pero no le dije nada y me comí todo. Él dijo que no tenía hambre y se tomó un té. No me habla mucho eso sí; le pregunto cosas y cambia el tema. Le pregunté si había ido a trabajar, porque me fue a buscar a las cuatro y media, y yo sé que trabaja hasta las seis. Pero no me contestó ni sí ni no, solo dijo que me tomara toda la leche y yo le hice caso. Después me dijo si quería jugar Play y obvio que le dije sí, y jugamos harto rato. También vimos unos videos en YouTube y él se quedó dormido en el sillón. Yo aproveché y fui a la pieza de ustedes, y vi que en el clóset se te quedó ese chaleco que, a veces, usas para dormir o te pones en la mañana el fin de semana cuando lees en la terraza. Me acordé de esa vez que me puse a jugar al lado tuyo y te empecé a contar ese chiste de los pescados voladores, pero tú me retaste y gritaste que necesitabas tener por lo menos diez minutos para leer tranquila. Yo te hice caso, pero me puse a llorar, porque era más chico y me asusté cuando me retaste. Es que nunca me habías gritado así. Yo sé que al papá sí, porque a veces los escucho cuando en las noches se dicen cosas feas.

El chaleco todavía tiene tu olor. Creo que es el olor de esa crema que siempre te echas y que viene en un tarro azul metálico. Eso mezclado con humo de cigarros. Lo saqué del clóset y me lo llevé a mi pieza. Ojalá no te enojes. Me acosté y lo metí en la cama. Yo no quería, pero me puse a llorar cuando sentí el olor rico que tiene. Ese que sentía cuando tenía pesadillas, me iba a meter a tu cama, te abrazaba y se me pasaba el miedo. No quería seguir llorando y que el papá me sintiera, así que me levanté y te escribí esto.

 

El papá dice que somos hombres, bien machitos para nuestras cosas, dice, y que na´ que ver andar llorando y menos que nos vean llorar. Pero yo le digo que, aunque haya pasado al segundo ciclo de básica, igual hay cosas que me dan pena y me da como una cuestión rara en la garganta, se me ponen los cachetes de la cara calientes y me pongo a llorar. Como esa vez que el Pablo dijo que le iba a decir a todos nuestros compañeros que me gustaba la Camila, me quitó el celular y lo empezó a escribir en el grupo de WhatsApp del curso. Después se fue corriendo y yo lo perseguí, pero no podía quitárselo. Le grité que me lo devolviera y, entre los gritos, se me salían las lágrimas, tenía la cara caliente y yo creo que estaba rojo. Aunque esa vez yo creo que lloré por rabia, no tenía derecho a hacerse pasar por mí. Ahora, cuando veo que el papá no se levanta ni me habla, me viene la cuestión en la garganta, pero me voy a mi pieza para que no me vea ni me diga que tengo que ser hombrecito, porque no me importa y, aunque sea hombrecito, hay veces que quiero llorar no más.

 

Ayer me peleé con el Pablo. En clases de Lenguaje, seguimos en esa unidad que hay que encontrar una noticia y después contársela al resto del curso. Estábamos buscando y había una súper triste de una niñita que iba en quinto, como nosotros, y vivía en una cuestión como un orfanato y se murió. Y una señora decía que le había dado algo como un ataque porque su mamá no la había ido a ver. Yo no quería que habláramos de esa noticia, porque había una mucho más entrete en la parte de tecnología, donde salían unas aplicaciones nuevas para el celular. Pero el Pablo dale con que quería hacer esa y decía que a la profe le iba a impactar mucho más, y nos iba a poner mejor nota. Yo no lo pesqué y empecé a resumir la otra no más y él decía que no, que era súper fome y nadie nos iba a pescar. Yo le dije que obvio que sí, porque las aplicaciones eran súper bacanes, pero él decía que con la de la niñita apostaba que la mitad del curso se ponía a llorar y dejábamos la cagá. Eso lo dijo él por si acaso, no yo.

Entonces, ahí me dijo: Te apuesto que no querís hablar de esa porque te vai a poner a llorar. Y yo le grité que se callara, que eso era mentira y le empecé a pegar. Y ahí vino la profe a separarnos, pero yo quería seguir pegándole, porque eso que dijo fue súper feo y, además, súper mentira. Así que me volvieron a anotar en el libro y le pedí a la profe si podía hacer el trabajo con otro grupo y, por suerte, me dijo que sí.

Ni sé bien por qué me puse a llorar. Igual era triste la historia de la niñita, a ti también te hubiera dado pena. Debe ser feo vivir en esos lugares cuando no tienes papás o a nadie que te cuide. Por suerte, yo tengo al papá y a ti para que me cuiden. Y, además, ahora también me está cuidando la Lela. Aaah, verdad que eso no te lo había contado. La Lela viene a la casa, me da la once y me habla harto. A veces no entiendo mucho lo que dice, pero no la pesco no más. Después me voy a jugar Play y ella ve una teleserie en la tele chica de la cocina hasta que llega el papá y comemos juntos, pero la única que habla es ella. A veces se queda a dormir y el papá duerme en el sillón.

 

Ayer fue sábado. Me desperté, me tomé la leche y, después, fui a ver monitos al living mientras la Lela hacía el aseo. Igual, a veces me cae medio mal porque me reta cuando veo mucha tele y me hace comer choclo, aunque le dije que no me gusta. Yo estaba viendo Spider-Man cuando ella se puso a limpiar el mueble del living donde se guardan los manteles y no sé qué más. Ese donde están las fotos encima. Me gusta esa que nos sacamos en la Pascua cuando me regalaron la bici, en la que tú sales con el vestido rojo que te gusta y yo salgo arriba de la bici, pero, en realidad, tú me estabas sujetando porque ahí yo todavía no sabía andar.

La Lela se puso a cantar una canción mientras limpiaba los marcos y, de repente, se quedó callada y me miró; se sentó al lado mío y me abrazó, pero no me dijo nada. Le conté que la bici había sido mi regalo favorito de toda la vida y que, en segundo lugar, estaban los rompecabezas de jirafas y tigres que me trajiste de ese viaje que hiciste. Le pregunté si creía que me traerías regalos esta vez, pero no contestó. Yo le dije que creía que sí porque ahora vi que te llevaste las maletas más grandes y ahí te deben caber regalos. Ojalá, pero si no, igual no me importa tanto. Ahí la Lela sacó el pañuelo que siempre tiene en la manga del chaleco, se sonó, me volvió a abrazar y yo sentí el olor a sopa de su vestido.

 

Te he mandado muchos mensajes de WhatsApp, pero me sale que no los recibes. Yo no entiendo por qué. Le pregunté al papá y, primero, no dijo nada y, después, dijo que quizás ahora tenías otro teléfono. Le pregunté por qué, pero ahí se quedó callado y no respondió más. ¿Por qué quieres tener otro teléfono si el último te lo compraste hace poco? Yo me acuerdo, porque fue esa vez que yo quería ir al cine y tú no me querías llevar. Al final, me llevaste, pero sin cabritas, dijiste, porque hacen mal, aunque igual compraste y vi que te comiste un montón. Después, entramos al mall y te demoraste no sé cuánto rato hablando con la señora que vendía hasta que te entregaron tu celular blanco que dijiste que te salió un ojo de la cara, pero no entendí muy bien que significaba eso, porque yo vi que tenías los dos ojos igual que siempre no más.

 

Hoy día hablé con el papá. De hombre a hombre, como dijo él después de un rato que yo le preguntaba cosas y él no contestaba mucho. Fuimos al cine, a ver esa película de zombis a la que tú nunca me dejaste ir, pero él dijo que ya estaba grande y que qué tan terrible podría ser. Igual me dio miedo la parte en que aparece un zombi de repente y hasta llegué a saltar del asiento, pero no le dije al papá porque, si no, no me va a llevar a ver más películas de grandes. Después, fuimos a comer hamburguesas y ahí yo le pregunté si te echaba de menos, pero, al principio, no contestó. Le dije que yo sí, sobre todo cuando tengo que estudiar Historia, y el domingo en la noche cuando hay que preparar el uniforme. Le dije también que, a veces, me dan ganas de contarte cosas y que pienso que te demoras en volver porque estás enojada conmigo por manchar la alfombra del living y porque nunca te hice caso cuando me decías que no jugara tanto Play. Ahí recién el papá empezó a hablar y me dijo lo de hablar de hombre a hombre. Dijo que él estaba muy confundido o muy complicado, no me acuerdo bien de la palabra, pero que, si de algo estaba seguro, era de que yo no tenía la culpa de nada. Dijo que él también te echaba de menos, que se acordaba de ti cuando se arreglaba el nudo de la corbata en las mañanas y cuando leía las noticias de cultura en el diario. Ahí se puso súper serio y me di cuenta de que tenía los ojos rojos.

Al final le pregunté si sabía cuándo ibas a volver, porque te quiero contar el final del chiste de los pescados voladores, pero eso no me lo contestó. Tampoco se comió el resto de la hamburguesa y dejó la mitad de las papitas. 

 

Ya me abuené con el Pablo. El otro día me invitó a su casa porque su papá le había traído un juego nuevo y estuvimos toda la tarde probándolo. Era bacán, le quería pedir al papá que me lo regale para el cumpleaños, pero no sé si va a querer porque es bien caro. Ayer me llevó a comprar zapatillas porque las con líneas rojas que me compraste tú ya me quedan chicas. También dijo que me va a llevar a cortar el pelo porque ya estoy muy chascón.

Llegamos a la casa y me preparó la once. Estuvo súper rica, ahora ya sabe hacer el pan con palta como me gusta.

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