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Un abrazo materno como artículo de lujo

Se les ruega que cooperen con las autoridades. El estado de alarma sigue prohibiendo la visita entre comunidades autónomas. No pueden visitar a sus familiares ni regresar a su segunda vivienda a no ser que sea por causa mayor:
a) por enfermedad física en la que se les autorice a atender y cuidar.
b) por trabajo.
Fuera de estas dos opciones, deberán permanecer en sus respectivas comunidades autónomas

Boletín Oficial del Estado Español


Día 375


Quizá
todos decidimos cuándo morir.
Es una teoría justa,
una decisión que debe respetarse:
implorar por una muerte digna,
el derecho de jugar a la ruleta rusa
al salir a la calle
y disfrutar
como si no pasara nada.

Llegados a este punto,
todos somos hormigas
sin agujero al que acudir
desperdigadas por un terreno vasto
preguntándonos si estamos solas.

Una lupa
concentrando el sol
sobre nuestras ganas de seguir andando.

Llegados a este punto
en el que todo es grande,
la inmensidad parece aún más inexacta
y un palmo
es suficiente espacio para perdernos
cuando la soledad asfixia.

Día 392

 
Echar de menos
como una grieta que se hunde
de la que nadie espera que crezca un árbol.

¿Y si no me reconocen?
¿En qué punto de sus cuerpos
se habrá formado un esqueje?

Día 423


No es el tiempo.
Hay algo más profundo
que nos hace desollar la piel.

No hay héroes en las historias
de estas cicatrices.

Nada,
solo la espera.

Día 430


Hay mil formas
de morir envenenada.

Una
puede ser la arrogancia.

Otra
la necesidad de volver a sentir
lo que fuimos
aunque sea por última vez.

El acto final:
una orgía de apestados
que solo querían abrazarse
o ver crecer a sus madres.

Fin


Voy a dejar de contar días.
No hay nada que contar.
El tiempo
ha tomado otra forma.

Asumamos
que se cumplieron mis sueños de niña.
La guerra y los extraterrestres llegaron,
el papa hace tiempo que murió
y ahora
debemos aprender a caminar de nuevo.

En cierto modo
es un alivio
que no sea tu culpa.
Ahora algo decide por ti.

Tutelados por una catástrofe mundial
dejaremos de luchar por ser alguien
y aceptaremos que somos.

Es
lo mejor que nos podría pasar.
Aparcar las maletas un rato,
llenar de navidades los fines de semana.
Volver a jugar al parchís
sobre la mesa camilla
y quemarnos los pies en invierno.
Porque una pandemia no coarta
la libertad de seguir viviendo sin
oportunidad de descansar.

En cierto modo,
agradezco
volver al hogar
porque no hay nada que crezca en el asfalto.

Has llegado a la última parada de 

El año que jamás acabó, una crónica poética (y pandémica) de INÉS ALCOLEA LLOPIS.

Gracias por viajar con CARAVANA.

¡Nos vemos en la ruta!

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